lunes, 21 de diciembre de 2015

Conclusiones.

En ningún otro lugar hacía tanto frío.
O no, mejor, yo no sabía si existía otro lugar. Realmente, yo no sabía nada. Era bastante curioso; yo solía pensar que era feliz. 
No, no lo era. Ya había dejado de maravillarme con el mundo y todas sus cosas, colores, formas; mi mente ya no jugaba a hacerme feliz. 

De hecho, parecía que ya no jugaba a nada. Si, me parece justo decirlo así: mi mente ya no jugaba a nada.
Se había vuelto como cualquier otra y solía mecanizar todo: desde cómo saltar, hasta cómo resolver problemas sin sentido.

Para mi todo había perdido la magia de poco a poco. Qué molesto. El mundo se había vuelto gris.

Nada conseguía impresionarme; sólo causarme una leve especie de cansancio, y algo de desprecio. 

Me miraba a los ojos y me preguntaba qué sucedía conmigo. 
Lo único capaz de hacerme sentir mal, era la pequeña niña que vivía en mi interior, y yo sabía que ya no estaba orgullosa de nada. Pero es que, ¿cómo estarlo?, yo ya no servía para nada, y era una tonta que ya no sabía cómo hacerla feliz. 
Veía columpios y ya no me sentía emocionada. Ya no tenía ganas, ni tenía nada.

Poco a poco me fui perdiendo. No sé qué pasó conmigo. 
No había lugar más frío que mi mente. Eso, lo tenía por más que seguro.
Y,¿entonces qué? Esa era mi pregunta, y ya la había formulado Coleridge hacía más de 200 años. 


'¿Y si durmieras? ¿Y si en tu sueño, soñaras? ¿Y si soñaras que ibas al cielo, y allí recogías una extraña y hermosa flor? ¿Y si cuando despertaras, tuvieras la flor en tu mano? ¿Ah, entonces qué?'

Lo que si me parece por completo cuestionable, dejando de lado todo lo demás, era por qué yo ya no era capaz de maravillarme con ese lindo soneto, que había acompañado mi existencia siempre. 


Poco a poco voy perdiéndome. Es como si de repente, mis ojos empezaran a mirar más allá. Como si el mundo que ya conocen se les hubiera hecho por completo aburrido. 
Existe de vez en cuando, una profunda molestia con mi cabeza, ella y yo(considere que somos dos, una aparte de la otra) nos sorprendemos de ver a los ojos desconectados. Las emociones que se producen en ella por los nuevos objetos que ellos ven, no son en absoluto comparables con todo lo que sentíamos antes. 
Mis sentidos, ya no servían para nada. 

Creo que no son únicamente mis ojos: el resto de mis sentidos empiezan a mostrar conductas diferentes. 
Mis ojos ya no ven lo mismo, mis manos no sienten nada, a mi boca todo le sabe diferente, escucho sonidos desconocidos para mi, percibo aromas extraños. 

El mundo ha cambiado para mi, y creo que no para todos. Pocos entienden que ya no encuentre fascinación por el mundo que antes me atraía de forma mágica. Ya no me encuentro capaz de sentarme a mirar el cielo y en un momento perderme por completo. Es como si de repente, toda la seducción que tenia el mundo y que lograba atraparme, se hubiera perdido por completo. Ya no encuentro nada en todos los lugares que veo, ya no pienso en más que querer irme.


Lo supe cuando mi cabeza, me hizo sentir diferente.

Y es que, estamos hablando de la puta vida.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Septiembre.

Escribir es demasiado duro, no me fuerces a escribir.
En su lugar caligrafío palabras: manta, persiana, mirada: las tres bajan a la hora de la siesta. 
Te dejé como pediste, en una ciudad de juguete, abrazando a tu melancolía, esta vez dulce y falta de mendigos argumentos. ¿No es eso amar? Comprender tu enojo, tu cubierta prisionera sin rescatarte. 
El cielo es un espejo empañado; el viento, un ruido mudo; te dejan en una aventura mientras aliso mi cabello para un largo infierno. 
Si odiabas mis palabras, y las razones equivocadas, porqué pedirme que escriba, ahora que ya no estás. Tal vez no tú, tal vez sólo fui yo. Me inclino sobre mi, dejando de lado lo asqueroso que es mi orgullo (otra derrota, todo por amor) buscando algo que pueda indicarme dónde estás, aunque sólo quiero marcharme de ahí, y dejar de esperar más, irme lejos: pensando que lejos es dónde no estás, sin darme cuenta de que dónde realmente estás es en mi y no te irás hasta que yo lo decida; he aquí el susurro del mundo. Algo de lo que me fuera destinado. Una y esa ciudad de tinta y torres que tú excluías, la ciudad dónde hallaba tu silencio y algunos de tus amores.
Apostaré que te preguntabas que buscaba: eso ni yo lo sé. Solías vestirme de un terciopelo vino tinto, y a la vez solías desnudarme para estar juntos, soñando y despertando: todo dejaba de ser perfecto para ser real. 
El cielo es un espejo empañado; el viento, un ruido mudo; te dejan en una aventura mientras aliso mi cabello para un largo infierno.
La eternidad es un tintero que no se volca, y mis letras intentan encontrarte, con una suave melodía, jugando entre mi corazón.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Ternura

¿Qué puedo decir sobre esto? Mierda, no lo sé. Sólo sé que es una de las muchas formas para mostrar la sensibilidad de cada uno.
Para mi, ambas cosas son diferentes, una es en sí la sustancia, y la otra es la forma en que suele manifestarse. Yo, personalmente, manifiesto mi sensibilidad así: siendo tierna y escribiendo. Daniel, sí lees esto, creo que he encontrado la respuesta, no es que tal vez los escritores tengan esa sensibilidad, tal vez así la muestran. Pero conozco la sensibilidad de muchos y me he dado cuenta de que no sólo la expresan así. 
Ternura, suenas tan hermoso, dan ganas de pedirte que te quedes, y de que no me dejes jamás. 
Ternura, hoy creciste acá, hoy floreces dentro. Hoy más, mucho más.
Todos los días pienso en como alimentar más tu imagen y tu intensidad. Cada día me recuerdas lo que amo y lo que deseo. Cada día más, me logras poner en un estado de demencia del cual no deseo irme y logras hacer un cambio dentro de mi. 
Ternura, hoy te escribo, aunque te llevo dentro. 

jueves, 18 de septiembre de 2014

C-a-e-r.

Existencialistamente, así es como un simple gesto y un simple hecho dan cuenta de la clase de preguntas a las que pretende ir encontrando la razón.
Descansando tranquilamente en medio de un recuerdo, bien sabiendo: dormir eternamente es la único que se puede llegar a tener. ¿Soñar basta?
Dormir, morir: recordaba a Sebastián, él me recordaba a Shakespeare. Soñar un sueño eterno sin retorno, mirar el reflejo y dar sentido a la sensatez. Los efectos de este sueño eterno se verán en las vidas siguientes, si es que hay esperanza después de morir, o si es que morir es la única esperanza. ¿Dónde comienzan los sueños? ¿Dónde termina la realidad? Me pregunto si es válido temer; o si era mejor tirarse al vacío, con base en la confianza y una mano para caer; o unos brazos para empujarme y luego tirarse a abrazarme con fuerza. Existencialistamente, caer. No deseaba mucho, era lo último que quería. Hay momentos en los que todo cambia y el mundo parece moverse más que de costumbre, es entonces cuando todas las certezas se derrumban. 
Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, encontrar el fin? Morir, dormir… nada más; y con un sueño poder decir que acabamos con el sufrimiento del corazón y los mil choques que por naturaleza son herencia de la carne… Es un final piadosamente deseable. Morir, dormir, dormir… quizá soñar. Ahí está la dificultad. Ya que en ese sueño de muerte, los sueños que pueden venir cuando nos hayamos despojado de la confusión de esta vida mortal, nos hace frenar el impulso. Ahí está el respeto que hace de tan larga vida una calamidad. Pues quien soportaría los latigazos y los insultos del tiempo, la injusticia del opresor, el desprecio del orgulloso, el dolor penetrante de un amor despreciado, la tardanza de la ley, la insolencia del poder, y los insultos que el mérito paciente recibe del indigno cuando él mismo podría desquitarse de ellos con un puñal. Quejarse y sudar bajo una vida cansada, por el temor a algo después de la muerte – El país sin descubrir de cuya frontera ningún viajero vuelve- aturde la voluntad y nos hace soportar los males que sentimos en vez de volar a otros que desconocemos. La conciencia nos hace cobardes a todos. Y así el nativo color de la resolución enferma por el hechizo pálido del pensamiento y empresas de gran importancia y peso con lo que a esto se refiere, sus corrientes se desbordan y pierden el nombre de acción.

Todos los derechos de autor no pueden ser rematados con el alma. Ahí yace la importancia de dejar escribir tomando ideas.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Tu nombre.

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te extraño. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la casa, loca, llena de vos, enamorada. Iluminada, ciega, llena de vos, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer.

miércoles, 9 de julio de 2014

Odisea

O-di-se-a.
Ser una odisea. Encontré mi esencia. Eso soy, así merezco ser nombrada. Aún en medio de todo, lo soy. Todos lo sabemos. Nadie se atreve a mencionarlo. Es bonito saber que por fin logré encontrar eso que soy. Eso que jamás supe nombrar, pero que por fin encuentro. Caos, caos y más caos. Pero aún con todo el caos que pueda generar, la ternura y la dulzura inocuas no son capaces de equilibrarlo. Epifanías simples que causan caos, y más caos. Perdida en medio de todo, hallada en medio de nada.
Callada en medio de todo, silenciada en medio de nada. A veces comprender como funcionan las cosas puede parecer complicado. Y por lo general, es así. A veces aparecer en medio de las circunstancias y saber que no están del lado correcto, es difícil. No es suficiente callar todo, o tal vez decir que no se puede. No es sencillo decir adiós a quien jamás debería irse. No es sencillo dejar ir lo que se conoce y lo que ha mantenido todo, por cosas dilatadas y de simple existencia que les falta vida.
No, no lo es. 
El miedo se nos concede no para hacer más sombría nuestra vida, como quizás usted y muchos imaginen, sino, por el contrario, para hacerla placentera. Así como el cuerpo crea sus propios mecanismos para soportar el dolor, así la mente del hombre convierte al miedo en una coraza que lo protege contra el riesgo de la verdad y lo pone a salvo de la tentación, infrecuente por cierto, de plantearse las preguntas fundamentales: qué es, quién es, para qué vive...
Hay gente que entra en los bares huyendo de la soledad y lo único que consigue es ponerle música de fondo.
No hace falta que preguntes cómo, sólo que pongas atención: verás que todo ya está destruido.